Cuando observes que mi conducta, mis ideas y mis pensamientos son desacertados; cuando mis dudas son elocuentes; cuando mis debilidades me transformen en un harapo y pierda la ecuanimidad; fortalece mi ego, otórgame inspiración de bondad, ILUMINA mi camino con la radiante luz de sabiduría que recibes ¡tu madre mía¡ al lado de Dios.
Me encuentro sólo, agobiado por las dificultades; siento con desesperación mi soledad lacerante. Trato de encontrar en las palabras que escucho, alguna frase que dulcemente solías decirme para fortalecer mis actitudes, algunas veces tímidas; otras llenas de cariño y protección, que me hacían sentir muy seguro de mi mismo. Han transcurrido más de veinte años, cuando trasladamos tu féretro al cementerio, para darte el adiós que nunca fue el último; porque vives en mi memoria y compartes mis penurias todos los días.
Madre, siempre me decías: cuando las dificultades invadan tu vida hasta extremos que no las puedas gobernar, detente por un instante, empieza a reconocerlas, estúdialas, evalúalas y dimensiona su complejidad; luego me recomendabas: las que puedas solucionar con tu esfuerzo, hazlo. Aquellas que rebasan tus posibilidades de solución, olvídalas; alguien las solucionará por ti. Nunca vivas ligado eternamente, a una dificultad que no tiene solución.
Madre, este mundo de complejidades me ha proporcionado una gran cantidad de enemigos, que yo los llamo “enemigos del alma”; porque con una sonrisa ocultan sus más protervas malas intenciones; ellos quieren destruirme. Yo no puedo ver ni descubrir sus intensiones, en esos instantes de debilidad AYUDAME; entrégame tu cobija como un manto de protección. Por eso te pido, de estos enemigos SALVAME.
Cuando observes que mi conducta, mis ideas y mis pensamientos son desacertados; cuando mis dudas son elocuentes; cuando mis debilidades me transformen en un harapo y pierda la ecuanimidad; fortalece mi ego, otórgame inspiración de bondad, ILUMINA mi camino con la radiante luz de sabiduría que recibes ¡tu madre mía¡ al lado de Dios. Mis penas y mis dudas se esfumaran, dejando libre mi alma RECONFORTADA por ti.
Por eso en mi soledad, eres tu la que reina en ese silencio sepulcral, eres tú la única compañera de mis avatares, de las más agresivas riñas en mis horas difíciles de confrontación con mis penas, mis dudas, mis enfermedades, mis tentaciones, mis frustraciones. Es por eso, como un Rito de Conciliación en mi mundo de confrontaciones, te pido con la entereza de un hijo que clama de rodillas que lo acompañes siempre en su soledad, que fortalezcas su espíritu cuando decline; que le des ánimo cuando lo desprecien; que le abras tu corazón maternal y lo cobijes en lo más profundo de tu ser, para recibir tu ansiada protección, hasta en la hora de su muerte; ¡Madre Mía¡ cuando expire ABREME TUS BRAZOS PARA MORIR EN TU REGAZO.
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