Por: Nora Castillo de Solis
Recibí una llamada telefónica. Era la ceremoniosa
voz de Carlos López, comunicándome que tenía la siguiente invitación: “En mi condición de alcalde del
Concejo Provincial de Huaraz, hago de su conocimiento que al conmemorarse, este
25 de Julio, el 154 aniversario de creación política de la provincia de Huaraz,
el municipio que me honro en presidir ha acordado tributarle un reconocimiento
en mérito a la publicación de su libro “Aprendí a vivir”. La ceremonia prevista
con este fin se llevará a cabo en el auditorio de nuestra municipalidad el día
27 de este mes a las 7:30 de la noche. De otra parte, agradeceremos nos permita
patrocinar la presentación de su libro, en la ciudad de Huaraz, en el marco de
nuestras celebraciones; para lo cual deberá señalarnos día y hora en que
podríamos desarrollar esta actividad”. Firmaba el Sr. Vladimir Mesa Villarreal;
alcalde de la Municipalidad Provincial de Huaraz.
Me sentía gratamente emocionada por el contenido de
la carta y el significado que tenía para mí dicho evento. Comuniqué de
inmediato la noticia a Denise, mi hija y después de hacer las coordinaciones
del caso decidimos viajar; mis nietos
Romina y Arie también irían con nosotras.
El Domingo 24 de Julio nos encontrábamos en la
agencia Cruz del Sur, rumbo a la querida
tierra después de una larga ausencia: 16 años de no ver el cielo azul, los
hermosos nevados y a mis queridos amigos. Por ser temporada alta, sólo
conseguimos asientos en el segundo nivel, que a mí personalmente no me gusta;
cerré la cortinita y me dediqué a ver la película que estaban dando: “El
violinista sobre el tejado.” Almorzamos
Arie y yo que éramos los que no teníamos ningún malestar y como a las
4:p.m. nos encontrábamos por Recuay. A partir de allí no quise perderme detalle
alguno; mientras el bus continuaba su
marcha, yo ávidamente miraba todo lo que se encontraba en el camino. Vinieron a
mi mente muchos recuerdos, entre ellos los viajes que solíamos hacer con Pepe y
mis hijos pequeños toda vez que íbamos a Lima
a visitar a mi familia. También el recuerdo del tío Augusto (hermano de
mi padre) cuando la añoranza a la tierra
le hacían pronunciar con profunda emoción estas palabras: “Esta es mi tierra,
de paisajes hermosos, cumbres nevadas y ñustas de color capulí y polleras con olor a carnero”.
Yo, la verdad, estaba muy pequeña para entender el contenido de esas frases pronunciadas
como si estuviese declamando en un proscenio. Recién supe lo que quería decir
el día que las circunstancias me obligaron a salir de Huaraz.
Llegamos a nuestro alojamiento: era el Hostal Schatzy;
nos instalamos y algo llamó poderosamente mi atención, era la amabilidad de la
propietaria y no pude evitar preguntarle cómo se llamaba y ella con la
sencillez que le caracteriza respondió:
-Soy Elizabeth Vizcarra
-Recordé a la chiquilla de ojos vivarachos que yo
dejé hacían 41 años y pregunte ¿Eres la sobrina de la Sra. Enriqueta
Vizcarra, profesora de inglés? Y ella respondió afirmativamente. Nos
confundimos en un estrecho abrazo. Luego del reconocimiento las preguntas se sucedieron una tras otra por
ambas partes; me invitó a tomar una tacita de café y al pasar al comedor me di
con la grata sorpresa que allí se encontraba precisamente mi profesora
Enriqueta Vizcarra; me dio mucho gusto volver a encontrarme con ella después de
tantos años y lo mejor de todo era que creí ver que el tiempo se había detenido, pues después
de tantos años no habían cambios
significativos en su persona.
Entrada la noche fuimos a cenar a un restaurante
recomendado por Elita (diminutivo de Elizabeth) llamado “El Encuentro” donde
Arie dio fin a un exquisito lomo Strogonoff, Denise y Romy se sirvieron pizza y
yo una sopa criolla. Una vez que terminamos de cenar regresamos al hostal. Por
cierto había olvidado el intenso frio que solía hacer por las noches, hecho que
no permitió presenciar la verbena de la Plaza de Armas. Me sentí muy contenta
de estar nuevamente en mi tierra. Ya instalados en el dormitorio y metidos en
la cama, el peso de las frazadas nos hizo quedar dormidos, otro detalle que
también había quedado en el olvido.
Al día siguiente, 25 de Julio, fuimos a desayunar el exquisito jamón y pan inigualables; disfrutamos
cada bocado, a decir verdad que nos
sabía a gloria, de allí en adelante todos nuestros desayunos serían pan con
jamón.
Al encontrarme en las calles me sentía como una
turista por dos motivos: el primero era que Huaraz había crecido tanto que no
ubicaba los lugares donde tenía que ir;
felizmente los taxis fueron la solución, el segundo motivo era que en todo mi
recorrido no vi a ninguna persona conocida. Mientras mi familia hacía planes
para visitar nuevamente a la espectacular laguna de LLanganuco y por primera vez a Chavín; Joya Milenaria de los Andes, yo me dirigí
a la tienda de mis queridos e
inolvidables amigos Pancho y Dina Sotelo; me dio gusto verlos después de tantos
años y comprobar que su sencillez, afecto y amabilidad eran los de siempre; además
estaba admirada de la fortaleza de Dina. Luego salieron sus hijos Pochita y al
rato llegó Martin. Conversamos tanto rato que cuando nos dimos cuenta ya era la
hora del almuerzo, tenía que reunirme
con Denise.
Decidimos ir a visitar el Mirador de Rataquenua. Al
comenzar la carretera que nos conduciría a ver la ciudad en pantalla
panorámica, no pudimos evitar hacer comentarios de lo descuidada que se encontraba una vía turística
tan visitada y ver que mucha gente prefería hacer el camino a pie por temor a
sufrir un accidente. En ese instante me pregunté: ¿Dónde están las autoridades
que no hacen nada por mejorar esta carretera que nos permitía ver un paisaje
maravilloso?..Después de tanto bache y sacudones llegamos al Mirador de
Rataquenua. Yo había visitado muchísimas veces este paradisiaco lugar, pero
ahora en la madurez de mi vida era como
si lo viese por primera vez. La ciudad había
crecido tanto que se perdía en el horizonte; luego al encontrarme con los nevados
me embargó una profunda emoción y le agradecí a Dios que hubiese sido tan generoso y magnánimo con
nuestra tierra, tanto, que toda la belleza la reunió allí. Prodigarnos ese paisaje natural era increíble y
maravilloso a la vez. Denise y mis nietos fascinados no dejaban de tomar fotos.
El retorno lo hicimos más rápido y luego fuimos a almorzar; nuevamente al
restaurante “El Encuentro” a repetir el “Lomo
Strogonoff”. Lamentablemente el chef de la mañana no fue el mismo y
tampoco el sabor del lomo.
Recorrimos la ciudad tratando de reconocer los
lugares y calles, los recuerdos llegaron
y la nostalgia también, imposible evitarlos. Sentí que mis emociones venían
una tras otra pensando en lo vivido, años de inmensa felicidad antes del 31 de
Mayo del 70. Realmente fue muy doloroso para mí encontrarme en la Plaza de
Armas. Pienso que las heridas se curan, pero dejando cicatrices imborrables.
Entrada la noche preferí quedarme en el hostal, pensaba que ese día había sido
muy especial.
26 de Julio. Nos despertamos muy temprano, Denise y
mis nietos irían de excursión a Chavín. Yo me reuniría con Gladys Romero
(compañera de promoción) a las 10:a.m. Efectivamente a esa hora escuché que
sonaba el timbre: era ella. Yo quería seguir visitando la ciudad y nos
dirigimos al Colegio Santa Rosa de Viterbo. Al llegar no pude manifestar mi
sorpresa, realmente ya nada era igual, sólo quedarían los recuerdos de mis años
estudiantiles; la sonora campana para indicarnos el cambio de clase, los recreos
y la esperada hora de salida. La pequeña iglesia para recibir los sermones del
padre Fernández, el patio principal donde nos formábamos para empezar las
clases, previas oraciones y cánticos. Las “Aulas del Saber “lugar de tantos
recuerdos y anécdotas que sería demasiado largo
enumerar, pero si recordar a nuestras profesoras: Rosa Amelia de Raczi,
Zoila Matos de Phool, María Turriate de Roca, Nena Morales y muchas más y no
podría dejar de mencionar el campo de deporte donde cada sábado se realizaban
campeonatos de boley-ball entre las diferentes secciones y a nuestra
queridísima profesora de educación física, Licia Mendoza; las estrictas madres religiosas al cuidado de nuestra
formación espiritual y mis compañeras de aula con las que en la actualidad
seguimos reuniéndonos.
Nos dirigimos a la parte más alta del colegio, donde
queda la dirección, en busca de la madre directora. Lamentablemente había
salido; quería hacerle entrega de mi libro e invitarla a la presentación del
mismo. El cansancio por la subida nos hizo tomar asiento y desde allí seguir
admirando la belleza de los nevados, tenía la impresión de sufrir un espejismo,
parecía que estaban tan cerca que hasta podía alcanzarlos. Le comentaba a Gladys
que eran seres privilegiados todas las
personas que vivían en Huaraz, que poder
disfrutar cada momento del majestuoso Huascaran y toda la cadena de nevados era
un poco sentirse muy cerca del cielo. Luego decidimos ir a la pastelería del
nieto del Sr. Castillo a disfrutar de la exquisita gelatina de pata y sus
famosos voladores rellenos de manjar blanco, qué gratos recuerdos venían a mi
memoria, pues este lugar era muy visitado por nosotros, especialmente cada
domingo a las doce y después de la misa, mis tres hijos, Pepe y yo nos dirigíamos
a deleitarnos con esos postres.
Al llegar a la Municipalidad me despedí de Gladys,
quedamos en vernos al día siguiente que era la presentación de mi libro. Me
dirigí a la Biblioteca donde el Sr. García para hacer las últimas
coordinaciones y coincidentemente nos encontramos con Carlos López que llegaba
para lo mismo que yo; ultimamos detalles y todo estaba preparado para el
evento. Me dirigí a mi alojamiento y luego a almorzar en el Restaurant francés
de Patrick, donde disfrute cada bocado de nuestro exquisito e inigualable cuy. Terminando de almorzar fui
a la tienda de Dina Sotelo a seguir
conversando en su grata compañía.
Ya llegada la noche decidí regresar al hostal.
Denise llamó por teléfono para decirme que tardaría más de lo pensado en llegar,
pues el camino era muy largo.
Al día siguiente y después del delicioso desayuno,
llegó la movilidad para recoger a Denise y mis nietos; ellos irían a
LLanganuco. Por mi parte quería seguir recorriendo toda la ciudad. Me dirigí a
visitar a Martha Reyna. No la había visto desde el terremoto y la amistad que tuvimos con sus padres fue muy grande por
cierto. Luego de una larga conversación, me dirigí al jirón 28 de Julio a
ubicar mi antigua casa; la reminiscencia del pasado volvía a mí con ímpetu
incontrolable, trataba de ser selectiva con ellos sin apenas lograrlo. No fue
fácil controlar mis emociones al recordar a mis seres queridos que hicieron el
viaje sin retorno y haciendo un denodado
esfuerzo, a partir de ese momento traté de recordar sólo lo mejor de esa
bella época.
Entrada la tarde empezamos a alistarnos para ir a la
municipalidad. La presentación del libro era a las 7:30PM y nosotros preferimos
ir con una hora de anticipación. Tomamos el taxi y nos dirigimos al auditorio
donde sería el encuentro. Poco a poco fueron llegando los invitados, personas
conocidas y amigos quienes solicitaban mi libro autografiado y más tarde
comenzó el evento.
El Sr. Jorge
Zavaleta fue el ameno “Maestro de Ceremonia”, quien haciendo gala de sus dotes
de orador, hizo recuerdos costumbristas de épocas inolvidables y luego
comentarios de “Aprendí a vivir”. La Regidora de cultura, Sra. Gaby Cruz, tomó
la palabra para referirse a la importancia del contenido del libro. El Sr.
Carlos López fue el encargado de hacer la presentación de “Aprendí a vivir”;
por cierto fue muy elocuente y detalló párrafos del libro con innata sencillez
y emotividad, finalizando con la poesía “Renacer”. Me toco el turno y hablé
sobre la enseñanza de mi libro. El Sr. Vladimir Mesa, Alcalde de la
Municipalidad Provincial de Huaraz tomó
la palabra e hizo referencia sobre el contenido de “Aprendí a vivir" y a
continuación la entrega del diploma y medalla de la ciudad.
El virtuoso maestro Siles Tolentino y su violín, nos
deleitó con la pieza musical rusa: “Ojos negros” y luego el conjunto “Atusparia”interpretetó tres piezas folklóricas bellísimas. Empezaron
los abrazos y el reencuentro con personas que yo no tenía ni idea que pudiesen
acompañarme esa noche, fue muy grato para mí, sentí que mis raíces estaban allí
y que el nombre de “Noble y generosa ciudad de Huaraz” no era gratuito.
La emoción me embargaba, me sentía millonaria de
sentimientos, palabras gratas que suenan al oído como música celestial y pensé
en ese momento que desde el cielo mi hijo estaría diciendo: Mama; esto me lo
debes a mí.
Agradecí a Denise, Romy y Arie por haberme
acompañado en estos momentos especiales de mi vida.
El día 28, víspera de nuestro retorno, nos dedicamos
a hacer de todo un poco; nos dirigimos al mercado de compras: los clásicos
jamones, “panes de piso”, quesos y etc. etc. Y luego a Monterrey donde nuestros
amigos Pepe y Charito Castillo. Almorzamos y pasamos una amena tarde. Fui a
despedirme de los Sotelo y luego a preparar maletas.
El Sr. José Sotelo había tenido la gentileza de
llevarme al hostal, cinco ejemplares de su prestigiosa revista “Pumakayan”. Lamenté
no haberme encontrado con él y poder agradecerle personalmente. Llegando a Lima
lo haría y también le expresaría mi agradecimiento por haber estado en la
presentación de mi libro.
Día 29. Muy temprano nos levantamos para ultimar
detalles; nos despedimos de Elita y agradecimos su cálida hospitalidad. Ya en
el bus de Cruz del Sur emprendíamos el retorno a Lima.Esta vez no cerré
cortinas pues tenía que verlo todo; cada lugar, cada casa con sus tejas rojas,
las flores multicolores, el verdor de los campos, los majestuosos nevados y el
impresionante cielo de diferentes tonos azulados. “Huaraz” no solamente eres
“La noble y generosa” si no también “La
inolvidable y hermosa”
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