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miércoles, 7 de septiembre de 2011

Mi retorno a Huaraz después de 16 años - Nora Castillo de Solís

Por: Nora Castillo de Solis
Recibí una llamada telefónica. Era la ceremoniosa voz de Carlos López, comunicándome que tenía la siguiente  invitación: “En mi condición de alcalde del Concejo Provincial de Huaraz, hago de su conocimiento que al conmemorarse, este 25 de Julio, el 154 aniversario de creación política de la provincia de Huaraz, el municipio que me honro en presidir ha acordado tributarle un reconocimiento en mérito a la publicación de su libro “Aprendí a vivir”. La ceremonia prevista con este fin se llevará a cabo en el auditorio de nuestra municipalidad el día 27 de este mes a las 7:30 de la noche. De otra parte, agradeceremos nos permita patrocinar la presentación de su libro, en la ciudad de Huaraz, en el marco de nuestras celebraciones; para lo cual deberá señalarnos día y hora en que podríamos desarrollar esta actividad”. Firmaba el Sr. Vladimir Mesa Villarreal; alcalde de la Municipalidad Provincial de Huaraz.
Me sentía gratamente emocionada por el contenido de la carta y el significado que tenía para mí dicho evento. Comuniqué de inmediato la noticia a Denise, mi hija y después de hacer las coordinaciones del caso  decidimos viajar; mis nietos Romina y Arie también irían con nosotras.
El Domingo 24 de Julio nos encontrábamos en la agencia  Cruz del Sur, rumbo a la querida tierra después de una larga ausencia: 16 años de no ver el cielo azul, los hermosos nevados y a mis queridos amigos. Por ser temporada alta, sólo conseguimos asientos en el segundo nivel, que a mí personalmente no me gusta; cerré la cortinita y me dediqué a ver la película que estaban dando: “El violinista sobre el tejado.” Almorzamos  Arie y yo que éramos los que no teníamos ningún malestar y como a las 4:p.m. nos encontrábamos por Recuay. A partir de allí no quise perderme detalle alguno; mientras el bus continuaba  su marcha, yo ávidamente miraba todo lo que se encontraba en el camino. Vinieron a mi mente muchos recuerdos, entre ellos los viajes que solíamos hacer con Pepe y mis hijos pequeños toda vez que íbamos a Lima  a visitar a mi familia. También el recuerdo del tío Augusto (hermano de mi padre)  cuando la añoranza a la tierra le hacían pronunciar con profunda emoción estas palabras: “Esta es mi tierra, de paisajes hermosos, cumbres nevadas y ñustas de  color capulí y polleras con olor a carnero”. Yo, la verdad, estaba muy pequeña para entender el contenido de esas frases pronunciadas como si estuviese declamando en un proscenio. Recién supe lo que quería decir el día que las circunstancias me obligaron a salir de Huaraz.
Llegamos a nuestro alojamiento: era el Hostal Schatzy; nos instalamos y algo llamó poderosamente mi atención, era la amabilidad de la propietaria y no pude evitar preguntarle cómo se llamaba y ella con la sencillez que le caracteriza respondió:
-Soy Elizabeth Vizcarra
-Recordé a la chiquilla de ojos vivarachos que yo dejé hacían 41 años y pregunte ¿Eres la sobrina de la Sra. Enriqueta Vizcarra,  profesora de inglés?  Y ella respondió afirmativamente. Nos confundimos en un estrecho abrazo. Luego del reconocimiento  las preguntas se sucedieron una tras otra por ambas partes; me invitó a tomar una tacita de café y al pasar al comedor me di con la grata sorpresa que allí se encontraba precisamente mi profesora Enriqueta Vizcarra; me dio mucho gusto volver a encontrarme con ella después de tantos años y lo mejor de todo era que creí  ver que el tiempo se había detenido, pues después de tantos años  no habían cambios significativos en su persona.
Entrada la noche fuimos a cenar a un restaurante recomendado por Elita (diminutivo de Elizabeth) llamado “El Encuentro” donde Arie dio fin a un exquisito lomo  Strogonoff, Denise y Romy se sirvieron pizza y yo una sopa criolla. Una vez que terminamos de cenar regresamos al hostal. Por cierto había olvidado el intenso frio que solía hacer por las noches, hecho que no permitió presenciar la verbena de la Plaza de Armas. Me sentí muy contenta de estar nuevamente en mi tierra. Ya instalados en el dormitorio y metidos en la cama, el peso de las frazadas nos hizo quedar dormidos, otro detalle que también había quedado en el olvido.
Al día siguiente, 25 de Julio, fuimos a desayunar  el exquisito jamón y pan inigualables; disfrutamos cada bocado, a decir verdad  que nos sabía a gloria, de allí en adelante todos nuestros desayunos serían pan con jamón.
Al encontrarme en las calles me sentía como una turista por dos motivos: el primero era que Huaraz había crecido tanto que no ubicaba los lugares  donde tenía que ir; felizmente los taxis fueron la solución, el segundo motivo era que en todo mi recorrido no vi a ninguna persona conocida. Mientras mi familia hacía planes para visitar nuevamente a la espectacular  laguna de LLanganuco  y por primera vez a  Chavín; Joya Milenaria de los Andes, yo me dirigí  a la tienda de mis queridos e inolvidables amigos Pancho y Dina Sotelo; me dio gusto verlos después de tantos años y comprobar que su sencillez, afecto y amabilidad eran los de siempre; además estaba admirada de la fortaleza de Dina. Luego salieron sus hijos Pochita y al rato llegó Martin. Conversamos tanto rato que cuando nos dimos cuenta ya era la hora del almuerzo,  tenía que reunirme con Denise.
Decidimos ir a visitar el Mirador de Rataquenua. Al comenzar la carretera que nos conduciría a ver la ciudad en pantalla panorámica, no pudimos evitar hacer comentarios de lo  descuidada que se encontraba una vía turística tan visitada y ver que mucha gente prefería hacer el camino a pie por temor a sufrir un accidente. En ese instante me pregunté: ¿Dónde están las autoridades que no hacen nada por mejorar esta carretera que nos permitía ver un paisaje maravilloso?..Después de tanto bache y sacudones llegamos al Mirador de Rataquenua. Yo había visitado muchísimas veces este paradisiaco lugar, pero ahora en la madurez  de mi vida era como si lo viese por primera vez.  La ciudad había crecido tanto que se perdía en el horizonte; luego al encontrarme con los nevados me embargó una profunda emoción y le agradecí a Dios que  hubiese sido tan generoso y magnánimo con nuestra tierra, tanto, que toda la belleza la reunió allí. Prodigarnos  ese paisaje natural era increíble y maravilloso a la vez. Denise y mis nietos fascinados no dejaban de tomar fotos. El retorno lo hicimos más rápido y luego fuimos a almorzar; nuevamente al restaurante “El Encuentro” a repetir el “Lomo  Strogonoff”. Lamentablemente el chef de la mañana no fue el mismo y tampoco el sabor del lomo.
Recorrimos la ciudad tratando de reconocer los lugares y calles, los recuerdos llegaron  y la nostalgia también, imposible evitarlos. Sentí que mis emociones venían una tras otra pensando en lo vivido, años de inmensa felicidad antes del 31 de Mayo del 70. Realmente fue muy doloroso para mí encontrarme en la Plaza de Armas. Pienso que las heridas se curan, pero dejando cicatrices imborrables. Entrada la noche preferí quedarme en el hostal, pensaba que ese día había sido muy especial.
26 de Julio. Nos despertamos muy temprano, Denise y mis nietos irían de excursión a Chavín. Yo me reuniría con Gladys Romero (compañera de promoción) a las 10:a.m. Efectivamente a esa hora escuché que sonaba el timbre: era ella. Yo quería seguir visitando la ciudad y nos dirigimos al Colegio Santa Rosa de Viterbo. Al llegar no pude manifestar mi sorpresa, realmente ya nada era igual, sólo quedarían los recuerdos de mis años estudiantiles; la sonora campana para indicarnos el cambio de clase, los recreos y la esperada hora de salida. La pequeña iglesia para recibir los sermones del padre Fernández, el patio principal donde nos formábamos para empezar las clases, previas oraciones y cánticos. Las “Aulas del Saber “lugar de tantos recuerdos y anécdotas que sería demasiado largo  enumerar, pero si recordar a nuestras profesoras: Rosa Amelia de Raczi, Zoila Matos de Phool, María Turriate de Roca, Nena Morales y muchas más y no podría dejar de mencionar el campo de deporte donde cada sábado se realizaban campeonatos de boley-ball entre las diferentes secciones y a nuestra queridísima profesora de educación física, Licia Mendoza; las estrictas  madres religiosas al cuidado de nuestra formación espiritual y mis compañeras de aula con las que en la actualidad seguimos reuniéndonos.
Nos dirigimos a la parte más alta del colegio, donde queda la dirección, en busca de la madre directora. Lamentablemente había salido; quería hacerle entrega de mi libro e invitarla a la presentación del mismo. El cansancio por la subida nos hizo tomar asiento y desde allí seguir admirando la belleza de los nevados, tenía la impresión de sufrir un espejismo, parecía que estaban tan cerca que hasta podía alcanzarlos. Le comentaba a Gladys que eran seres privilegiados  todas las personas que vivían en Huaraz, que  poder disfrutar cada momento del majestuoso Huascaran y toda la cadena de nevados era un poco sentirse muy cerca del cielo. Luego decidimos ir a la pastelería del nieto del Sr. Castillo a disfrutar de la exquisita gelatina de pata y sus famosos voladores rellenos de manjar blanco, qué gratos recuerdos venían a mi memoria, pues este lugar era muy visitado por nosotros, especialmente cada domingo a las doce y después de la misa, mis tres hijos, Pepe y yo nos dirigíamos a deleitarnos con esos postres.
Al llegar a la Municipalidad me despedí de Gladys, quedamos en vernos al día siguiente que era la presentación de mi libro. Me dirigí a la Biblioteca donde el Sr. García para hacer las últimas coordinaciones y coincidentemente nos encontramos con Carlos López que llegaba para lo mismo que yo; ultimamos detalles y todo estaba preparado para el evento. Me dirigí a mi alojamiento y luego a almorzar en el Restaurant francés de Patrick, donde disfrute cada bocado de nuestro  exquisito  e inigualable cuy. Terminando de almorzar fui a la  tienda de Dina Sotelo a seguir conversando en su grata compañía.
Ya llegada la noche decidí regresar al hostal. Denise llamó por teléfono para decirme que tardaría más de lo pensado en llegar, pues el camino era muy  largo.
Al día siguiente y después del delicioso desayuno, llegó la movilidad para recoger a Denise y mis nietos; ellos irían a LLanganuco. Por mi parte quería seguir recorriendo toda la ciudad. Me dirigí a visitar a Martha Reyna. No la había visto desde el terremoto y la amistad  que tuvimos con sus padres fue muy grande por cierto. Luego de una larga conversación, me dirigí al jirón 28 de Julio a ubicar mi antigua casa; la reminiscencia del pasado volvía a mí con ímpetu incontrolable, trataba de ser selectiva con ellos sin apenas lograrlo. No fue fácil controlar mis emociones al recordar a mis seres queridos que hicieron el viaje sin retorno y haciendo un denodado  esfuerzo, a partir de ese momento traté de recordar sólo lo mejor de esa bella época.
Entrada la tarde empezamos a alistarnos para ir a la municipalidad. La presentación del libro era a las 7:30PM y nosotros preferimos ir con una hora de anticipación. Tomamos el taxi y nos dirigimos al auditorio donde sería el encuentro. Poco a poco fueron llegando los invitados, personas conocidas y amigos quienes solicitaban mi libro autografiado y más tarde comenzó el evento.
 El Sr. Jorge Zavaleta fue el ameno “Maestro de Ceremonia”, quien haciendo gala de sus dotes de orador, hizo recuerdos costumbristas de épocas inolvidables y luego comentarios de “Aprendí a vivir”. La Regidora de cultura, Sra. Gaby Cruz, tomó la palabra para referirse a la importancia del contenido del libro. El Sr. Carlos López fue el encargado de hacer la presentación de “Aprendí a vivir”; por cierto fue muy elocuente y detalló párrafos del libro con innata sencillez y emotividad, finalizando con la poesía “Renacer”. Me toco el turno y hablé sobre la enseñanza de mi libro. El Sr. Vladimir Mesa, Alcalde de la Municipalidad Provincial de Huaraz  tomó la palabra e hizo referencia sobre el contenido de “Aprendí a vivir" y a continuación la entrega del diploma y medalla de la ciudad.
El virtuoso maestro Siles Tolentino y su violín, nos deleitó con la pieza musical rusa: “Ojos negros” y luego el conjunto  “Atusparia”interpretetó  tres piezas folklóricas bellísimas. Empezaron los abrazos y el reencuentro con personas que yo no tenía ni idea que pudiesen acompañarme esa noche, fue muy grato para mí, sentí que mis raíces estaban allí y que el nombre de “Noble y generosa ciudad de Huaraz” no era gratuito.
La emoción me embargaba, me sentía millonaria de sentimientos, palabras gratas que suenan al oído como música celestial y pensé en ese momento que desde el cielo mi hijo estaría diciendo: Mama; esto me lo debes a mí.
Agradecí a Denise, Romy y Arie por haberme acompañado en estos momentos especiales de mi vida.
El día 28, víspera de nuestro retorno, nos dedicamos a hacer de todo un poco; nos dirigimos al mercado de compras: los clásicos jamones, “panes de piso”, quesos y etc. etc. Y luego a Monterrey donde nuestros amigos Pepe y Charito Castillo. Almorzamos y pasamos una amena tarde. Fui a despedirme de los Sotelo y luego a preparar maletas.
El Sr. José Sotelo había tenido la gentileza de llevarme al hostal, cinco ejemplares de su prestigiosa revista “Pumakayan”. Lamenté no haberme encontrado con él y poder agradecerle personalmente. Llegando a Lima lo haría y también le expresaría mi agradecimiento por haber estado en la presentación de mi libro.
Día 29. Muy temprano nos levantamos para ultimar detalles; nos despedimos de Elita y agradecimos su cálida hospitalidad. Ya en el bus de Cruz del Sur emprendíamos el retorno a Lima.Esta vez no cerré cortinas pues tenía que verlo todo; cada lugar, cada casa con sus tejas rojas, las flores multicolores, el verdor de los campos, los majestuosos nevados y el impresionante cielo de diferentes tonos azulados. “Huaraz” no solamente eres “La noble y generosa” si no también  “La inolvidable y hermosa”

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