Tomado del Libro “Caballeros del Amor”
de Ricardo Ramirez Cuentas.
Por Ricardo Ramirez Cuentas.
Caminamos por los senderos de la vida, sin detenernos un momento para distinguir las diferentes etapas que hemos recorrido y menos para apreciar sus características. Todo ser humano, recorre un camino propio; algunos con peripecias y acontecimientos que lindan con amargas desventuras y sufrimientos; otros devienen en un escenario colmado de alegría y felicidad; ambos caminos señalan la inevitable ruta que seguiremos, marcada por el destino con la complacencia de Dios. No forzaré realizar una diferenciación de las etapas de la vida, creo que esto corresponde al albedrío de cada personaje, por ser tan singular en cada caso. Quiero concretarme, a una etapa que es común para todos, el nacimiento del amor. Convenimos que existen muchas expresiones de amor, empezando por el amor a Dios, a la Patria , al prójimo; el amor a los padres, hermanos, hijos; pero, existe un amor peculiar, el que proviene de un sentimiento único, que por su intensidad no tiene relación con lo material, es algo más profundo, más trascendente, es algo que rebasa nuestros sentidos, es aquello que acomete nuestras entrañas, hasta convertir nuestra vida en un eterno edén o destruirla hasta transformarla en escoria. El misterio de este sentimiento es que florece en cualquiera de las etapas de la vida, no tiene temporalidad, es una estancia permanente en el hombre, que necesita un estímulo para hacerse evidente; con la presencia de un hombre o de una mujer se origina la obra teatral de la vida, con guiones diferentes, diálogos y tertulias; acompasados por notas musicales y composiciones poéticas que enmarcarán un escenario pletórico de ternura, embeleso y caricias provenientes de la más acalorada pasión. Esto es el amor.
Este acontecimiento de naturaleza humana, ha podido registrar en la historia, desde siglos atrás, la intervención de geniales hombres y mujeres que han sabido recoger de la vida cotidiana, las expresiones de la conducta de los protagonistas afectados por el amor. Traducir en bellas composiciones, los avatares de la compleja heterogeneidad del trajinar de la humanidad por este valle hermoso, colmado de dulces vicisitudes y de amargas tristezas, ha sido tarea de trovadores, de hombres y mujeres dotados de inmensa capacidad interpretativa para plasmar en cadenciosas y bellas frases, el sentimiento humano generado por el amor.
Con el tiempo, estas muestras de conducta han variado. Como consecuencia de la vigencia de la modernidad, del avance de la tecnología y con la aparición de la globalización, en lo social, se está propiciando la pérdida de valores que otorgan identidad a un pueblo y al hombre; para ser reemplazados en nombre de la tan mentada transformación, con caracteres comunes entre los pueblos de la tierra, como si no existieran valores e identidad propias que los diferencian; así se van perdiendo lamentablemente, arquetipos morales y éticos que predominaron alguna vez como identidad de los pueblos que alcanzaron los niveles más altos de educación y urbanidad.
Los cambios traumáticos que se han producido con la aparición de estas nuevas tendencias, han contribuido con la desaparición de modales y detalles elegantes, que caracterizaban los preámbulos de una relación romántica; esta acumulación de fenómenos sociales han trastornado brutalmente estas relaciones; se ha perdido la nobleza y la gentileza para abordar a una mujer y declamarle afectos mediante frases llenas de sensibilidad y candor; más aún, ya no se estila pronunciar frases poéticas. Me pregunto, ¿este esquema se ha generalizado?, ¿podemos acaso presagiar que aún quedan excepcionales hombres vinculados a los tiempos románticos, en esta jungla de las nuevas tendencias, apegadas a una transformación caníbal, sin piedad ni respeto para las buenas costumbres?. Me siento alagado, privilegiado y hasta favorecido por la gracia de Dios, de considerarme uno de esos “dinosaurios” sobrevivientes, aún no contaminado por esta vorágine de calamidades. Creo que existen otros como yo, que se mantienen congelados, petrificados, sin fuerzas ni aliento para romper estas ataduras que los separan de esas viejas costumbres: de la elegancia, la cortesía, el romance, la tertulia y la música romántica; de los poemas, las serenatas y todo aquello que encarna una relación sentimental colmada de sensibilidad, capaz de cubrirse con el manto de un verdadero amor.
Qué podemos hacer frente a esta hecatombe, cada vez más agresiva?, que por sus consecuencias tendrá los mismos efectos o quizás peores al calentamiento global y la contaminación ambiental del planeta, hasta su destrucción total. ¿Terminarán las relaciones amorosas; la dulzura de un beso? ¿Los adelantos tecnológicos y la cibernética reemplazarán al amor, haciendo innecesaria la relación física de un hombre y una mujer?. Todo es posible.
Un mundo con este horizonte apocalíptico, inquieta nuestras más profundas preocupaciones por los cambios que se avecinan; estamos prevenidos. Esperamos el devenir de estos acontecimientos en forma pasiva, sin atinar a conocer las consecuencias nefastas de este nuevo mundo que no hemos elegido. Emerge otra interrogante ¿Qué podemos hacer frente a este poderosísimo contendiente?, ¿quiénes y cuántos están dispuestos a luchar para salvar lo poco que queda del mundo bíblico que heredamos?, ¿se podrá contener o por lo menos mitigar, la fuerza de este incontenible cambio, hasta ahora considerado irreversible?, ¿esta gesta quedará reducida al empeño de un insignificante grupo de anquilosados románticos y las nuevas generaciones no contaminadas que están dispuestos a luchar y morir por sus aspiraciones?. Considero que el enfrentamiento es desigual; la globalización es un fenómeno que arrastra a todos los países del mundo y que constituye una fuerza descomunal, capaz de liquidar este romántico ensueño, cuando así lo disponga. Corresponde entonces reconocer nuestras limitaciones, valorar nuestras potencialidades para confrontar la realidad. No pretendo quedarme en la formulación de propuestas, siento que debo hacer algo para saldar con mi conciencia; por esta razón estoy empeñado en saber cuántos y quiénes somos los adalides de este empeño imposible; este heroico grupo será reconocido por la posteridad como los “Caballeros del Amor”.
A todos aquellos que todavía les quedan rezagos de esta etapa prehistórica; los invito a realizar ejercicios mentales de inspiración romántica, para no perder nuestras potencialidades de hombres amorosos y cariñosos apegados al romanticismo; porque es un medio, es una conducta, que nos conduce hacia la búsqueda de un verdadero romance. Por esta razón los invito a escribir poemas sin apegarse a las técnicas literarias, sino, como una calistenia mental, para no correr peligro como especies en proceso de extinción.
De mi parte, he tomado la iniciativa para practicarlo y motivarlos con el ejemplo. En esta oportunidad estoy incluyendo en esta edición composiciones a manera de “Acrósticos”, que espero lo recepcionen con agrado.
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