Fuente:
Un Día como Hoy en Huaraz
Por:
Jose Antonio Salazar Mejía
Un día como hoy 9 de diciembre de 1824 se cerró una página gloriosa en la historia americana. En las pampas de Ayacucho se sellaba la derrota del ejército español dirigido por el General Canterác, desde ese entonces nada sería igual en nuestro suelo. El Perú ya podía iniciar su largo peregrinar por los caminos de su nueva vida republicana.
General Antonio José de Sucre, vivió en Huaraz en
la calle que hasta antes del sismo llevaba su
nombre.
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Hace quince días, en
esta sección hablábamos alborozados de la gloriosa proclamación de la
independencia en Huaraz, ocurrida el 29 de noviembre de 1820. Bien, entre este
acontecimiento y el que hoy nos ocupa habían transcurrido casi cuatro años.
¿Qué sucedió en ese lapso? Muchas cosas interesantes. A nivel nacional, se
vivió el alejamiento del general don José de San Martín y la llegada del
general don Simón Bolívar, con todo lo que eso implicaba; a nivel local tuvimos
la instauración del nuevo gobierno con el general Toribio de Luzuriaga primero,
Rivadaneyra y otros después, que prepararon el terreno para abonar la semilla
independentista en nuestro suelo.
No olvidemos que
Ancash, que por entonces se llamaba departamento de Huaylas, ya había
contribuido largamente con la causa patriota por lo que su capital Huaraz, a
nombre de todo el departamento se había ganado el título de "La Muy
Generosa Ciudad" un 18 de enero de 1823.
Sacando lustre al
título, nuestro departamento fue escogido por el alto mando patriota para ser
el lugar de entrenamiento del nuevo Ejército Libertador. Es más, en la
estrategia militar, se consideraba la posible presencia de las fuerzas
realistas y ante tal eventualidad, el general Antonio José de Sucre dispuso la
política de "tierra arrasada" en la región, por lo que según carta de
junio de 1823 "se debían recoger todas las cosechas y ganados de la zona y
trasladarlos al norte para que cuando el enemigo llegue no encuentre cómo
abastecerse". Cumpliendo tan draconiana orden, nuestros ancestros con
mucho estoicismo se avinieron a acatar la orden.
Los ancashinos eran mayoría
dentro del ejército
patriota
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Por cierto, el alto
mando español jamás consideró la posibilidad de venir hasta Huaylas, hoy
Ancash, a enfrentar a las tropas de Bolívar. Tenía la seguridad de conocer
mejor el terreno en el centro del país y sabía muy bien de la adhesión de los
huaylinos a la causa libertaria.
Es en este contexto que
se desarrolla la Batalla de Ayacucho. Cansado Bolívar de esperar a los
españoles en nuestro suelo, decidió dejar la región a mediados de junio de
1824. En agosto se produjo la primera escaramuza en Junín, donde la caballería
patriota hizo sufrir la primera derrota a los centauros españoles, y cuatro
meses después se encontraron ambos ejércitos en la Pampa de la Quinua.
El resultado de la
batalla favoreció a la causa patriota. Por los textos sabemos de memoria la
arenga de Sucre: "¡Soldados!, de los esfuerzos de hoy depende la suerte de
América del Sur; otro día de gloria va a coronar vuestra admirable constancia.
¡Soldados!: ¡Viva el Libertador! ¡Viva Bolívar, Salvador del Perú!." y el
nombre de los generales Córdova, La Mar y Lara, pero nada se dice de las tropas
peruanas, y sólo se habla de la participación de los Morochucos como
guerrilleros. Y hoy nos toca reivindicar a esos patriotas ancashinos que se la
jugaron por el Perú en aquella decisiva jornada del 9 de diciembre.
Al final de la batalla,
entre los prisioneros del ejército vencido se contaron cerca a quinientos
oficiales y soldados de origen español y a mil setecientos peruanos que
lucharon junto a ellos.
En el ejército
nacional, los huaylinos vencedores se hallaban en la "Legión Peruana"
a las órdenes del general quiteño don José de La Mar, que a la postre llegaría
a ser presidente del Perú.
En el óleo del Museo del
Banco Central de Reserva se
observa el
clásico poncho chiquiano
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Ahora, volviendo a la
realidad y luego de habernos dado un baño de peruanidad, discutamos las dos
falacias del inicio de este artículo. La primera es sobre la derrota del
ejército español; derrota que no fue tal, pues en la capitulación mencionada
los gananciosos fueron ellos, no se les obligaba a pagar los gastos de guerra y
se les reconocía derechos y propiedades, y más bien, el Perú se comprometía a
pagarles para que dejen el país; así cualquiera se deja vencer. La segunda
falacia es que con el triunfo de Ayacucho y el advenimiento de la república
todo cambio en el Perú; en realidad nada cambió para el pueblo peruano que
siguió siendo explotado por la oligarquía criolla. Para el campesinado, la cosa
fue peor, en el virreynato se reconocían los derechos de las comunidades
campesinas, cosa que la república abolió, y la gran esperanza de la
restauración del Tahuantinsuyo fue simplemente eso, un mito, mito que mal que
les pese a algunos trasnochados "historiadores", recién comenzó a
hacerse realidad 150 años después, durante la dictadura militar de Velasco
Alvarado y hoy puede convertirse en un "boomerang" para el gobierno
de Ollanta Humala quien habiendo ofrecido la "inclusión social" ha
abierto esa caja de Pandora que es la contenida esperanza milenaria del
poblador andino.
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